sábado, 17 de agosto de 2013

LA CUEVA DEL PAJARO AZUL

¿ Leyenda o verdad ?



Todas las ciudades, aparte de su historia general, que también llamamos “monografía”, suelen tener sus leyendas y tradiciones, y Cádiz, como ciudad tan antigua y geográficamente tan “misteriosa” también cuenta con la tradición que diera vida y nombre a la Cueva del “Pájaro Azul”. Fue por el año 1820 cuando existía en nuestra ciudad una cuadrilla o compañía de contrabandista o matuteros, cuyo jefe o capitán era un tal Francisco Fernández, apodado “El Pájaro Azul”, mote que se le dio por su habilidad para los contrabandos. Cádiz, desde la dominación goda, y luego la árabe, fue la ciudad de los subterráneos. Este refugio que en otros tiempos constituyeron las catacumbas de los primeros cristianos, fueron en nuestro pasado siglo madrigueras de contrabandistas. Esta del “señó Francisco” tiene una entrada por la finca número 1, casa del Conde de la Marquina, donde en el patio, por una puerta con tranca se introduce el curioso observador en los subterráneos matuteristas y que llevan hasta el actual taberna de “El Pájaro Azul”, continuando su travesía hasta Puerto Chico. La entrada para el auténtico escondrijo de nuestro contrabandista puede verse aún en un recodo de la Plaza del Silencio, penetrando por la callejuela Bajada de Escribanos. El Pajaro Azul retirado luego de su vida de matutero, puso un baratillo, o establecimiento de cosas usadas, en la calle de San Bernardo, embarcándose luego para América, en donde seguramente fallecería


El gaditano Manuel Fedriani Consejero (1914-1985) al volver de Vejer, decide abrir a finales de los años cincuenta del pasado siglo un nuevo establecimiento en Cádiz, arrendando un local en la calle Magistral Cabrera número. 7, bajo el nombre de Bodegas San Juan, con salida por la calle del mismo nombre. El negocio prospera y al cabo de algunos años, se ve obligado a arrendar una accesoria, no muy anchurosa pero bastante profunda en la misma calle, frente a la Bodega y justo delante del despacho al público para mujeres. Dicho local serviría como desahogo, almacén de botellas, garrafas, tapones, barriles de todos los tamaños y hasta incluso para grandes bocoyes, y es aquí donde empieza la historia de “La Cueva del Pájaro Azul”. 

¿Cómo se descubrió la cueva? Este acontecimiento contado mil veces, al parecer nunca fue escrito. Fue pura casualidad. Una mañana, meses después de haberse alquilado este sitio de desahogo, se encontraba un arrumbador organizando y limpiando un poco la accesoria y a unos seis u ocho metros de la puerta había un bocoy de grandes proporciones y de bastante peso en su postura normal, y al voltearlo para ponerlo de pie, sonó un gran estruendo. El trabajador en cuestión quedó sorprendido y repitió el movimiento para cerciorarse de que lo que había oído era cierto. 
El arrumbador cruzó rápidamente la calle San Juan y la bodega, dando aviso a Fedriani que estaba en la oficina, (con entrada por la calle Magistral Cabrera), y todos juntos repitieron varias veces la misma operación. No había duda. Debajo del suelo había algo hueco hasta ahora desconocido y por ello retumbaba. Un pozo cegado se dijo en un principio. Con la correspondiente autorización de la dueña de la finca – que vivía en Madrid – se hizo una perforación para averiguar qué había allí abajo, despejando la incógnita. 
Una vez agujereado el suelo de la accesoria, no sin antes dar miles de golpes, se arrojó un trozo de papel – creo que era del Diario de Cádiz – al que previamente se había prendido fuego, para conocer la profundidad que tenía aquel supuesto pozo y si tenía agua. El papel encendido bajo lentamente unos cinco o seis metros, se apoyó y siguió ardiendo hasta que se convirtió en cenizas. Un pozo parece que no es – se decía – tal vez sea una cueva, un pasadizo secreto o un aljibe fuera de uso. 
La noticia corrió como la pólvora por todo el barrio, se había descubierto una cueva en la calle San Juan. El morbo hacía pensar que allí podía haber tesoros ocultos desde épocas remotas o incluso enterramientos. Después del papel prendido, procedía dejar descender una lámpara que diera una visión mucho más diáfana. Se preparó y se bajó el artilugio lentamente y pudo comprobarse que aquello parecía una habitación. Se columpió el cable de un lado a otro y dio la impresión de que el habitáculo era bastante grande. Era entonces necesario que una persona bajase, pero para ello había que ensanchar el hueco abierto. Al día siguiente se amplió el orificio y el mismo albañil que lo había hecho, conocido por “El Cordobés” atado por la cintura con una fuerte cuerda y con la lámpara, se deslizó por una escalera de madera. La emoción de él y de los que estaban arriba era enorme. ¿Qué era aquello?. “Don Manuel” –gritó desde abajo con voz temblona- “el suelo es de tierra y está muy húmedo, y las paredes resumen agua”. Siguió vociferando con su acento cordobés y sin moverse del sitio donde había puesto los pies dijo: tanto a un lado como al otro hay bastantes metros pero no es muy ancho. Efectivamente así era por el lugar donde se perforó, pero después se comprobó más anchura en otras dependencias. “¡Muévete un poco!” le dijo Fedriani, y así lo hizo. Con más miedo que vergüenza siguió gritando e informando a los de arriba, aunque a medida que se alejaba sus voces se oían con menos intensidad. “Esto debe ser bastante grande”, -se decía-. Llegó hasta donde alcanzaba el cable de luz y sano y salvo retornó. “Tiene varias habitaciones – dijo –tanto a un lado como a otro y seguramente hay algunas más, pero la luz no me alcanzaba para seguir”. Así fue como se descubrió la que unos años después se llamó “La Cueva del Pájaro Azul”, y a la que en un principio se bautizó como “Las Cuevas de Andalucía”. Por pura casualidad. No se recuerda si fue reconocida por algún perito en la materia, posiblemente sí, pero podría decirse que era un aljibe en desuso. Tras el descubrimiento, el bodeguero gaditano Manuel Fedriani no tenía claro a qué destinar aquel espacio aparecido bajo el subsuelo. De momento hizo construir una escalera para un fácil acceso, dispuso resanar y encalar las paredes que estaban en muy mal estado, aplastar el piso con albero y colocar una instalación eléctrica provisional. Igualmente dotó al establecimiento de unas sencillas mesas de madera y sillas de tijera. En esas condiciones, la familia y las amistades celebramos muchas comidas, con o sin motivo. Caracoles, “papas” y aceitunas “aliñás”, menudo, paella, gazpacho, sopa de tortuga o fritos gaditanos eran los típicos alimentos del aquel local subterráneo. Y un plato propio: los huevos a La Cueva, Éste fue un plato que se incluyó en el menú cuando se abrió oficialmente y empezó a funcionar el restaurante. La cocina estaba en la planta de arriba. En las comidas familiares del principio no se hicieron ni se comieron. El filete de ternera se colocaba en el fondo de la cazuela y los huevos arriba. Era igual que los huevos a la flamenca, pero con la sorpresa del filete oculto. Lógicamente, el vino nunca faltó en la mesa. Pero muy pronto Fedriani cree que aquello puede ser un negocio interesante, y se rodea de una serie de expertos para decorar el local como taberna típica y a la vez restaurante, pues en Cádiz no hay nada parecido que esté bajo el suelo. Se visten las paredes con grandes carteles de toros (aunque en algunas habitaciones éstos no cabían por la altura), se adquiere o se le regalan infinidad de objetos antiguos (pistolas, velones y candiles, ánforas, cuadros, platos de cerámica, etc), que con esmero y buen gusto se va colocando en paredes y estanterías. Se enladrilla el suelo con piezas viejas. Se recubren algunos muros con rollos de esparto a distintas alturas para salvar la humedad existente y se manda construir un mobiliario adecuado al sitio, rústico pero a la vez cómodo. El carpintero, el maestro señor Torrejón, lo construyó allí mismo. De este modo, se dota al establecimiento de todo lo necesario. Según Manuel Fedriani del Moral –hijo del empresario-  la cristalería y la vajilla tenían grabado el sello de “La Cueva del Pájaro Azul” y en cada catavino jerezano lucía un número consecutivo y no repetido. De este modo cada cliente tenía su copa. Por fortuna, hoy se conserva gran parte de esta cristalería, uno de los más preciados recuerdos. El nombre del establecimiento en principio iba a ser “Las Cuevas de Andalucía”, pero fue Adolfo Vila y Valencia, amigo de Fedriani,  conocedor de la historia de Cádiz, junto a otras personas, quienes sugirieron que se llamase ”La Cueva del Pájaro Azul”, por un famoso contrabandista gaditano que merodeaba aquella zona, y era muy posible que en aquel mismo sitio tuviera su refugio. 
El 13 de agosto de 1960, apareció en Diario de Cádiz un reportaje firmado por “Gisaon” dedicado a la inauguración de la Cueva del Pájaro Azul. Allí estaban el alcalde accidental D. Pedro Lahera, el Magistrado D. Pedro Bugallal del Olmo y el Comisario Jefe de Policía D. Diego Fernández Cañizares. Entre los asistentes, D. José María Pemán, su hermano Don César, D. Ramón Grosso Portillo, D. Manuel García Ceballos, D. Guillermo Summers, D. Álvaro Picardo, D. José Paredes González de la Torre y D. Manuel Accame. También los doctores Piñero Carrión, Vela y González (don Joaquín); don Antonio Perea de la Rocha, marqués de Arellano; el General don Vicente Pérez de Sevilla, Gobernador Militar de Córdoba, que se encuentra entre nosotros veraneando, don Manuel Grosso; don Jerónimo Crespo; don Fernando de Córdoba; don Felipe Pascual, jefe provincial del S. O. E.; don Ramón Solís, don Alfonso Palomino; don Carlos Brome; don Federico Mariñas…




Un año después (1961) se convocó un concurso de cante flamenco, donde  tomaron parte Margarita Gallo, Manuel Moreno 'Niño de la Viña', Manuel Molina 'Córdoba', Francisco Ruiz 'Niño de Solano', Antonio Mera 'Almendrita', Manuel Soto, Santiago Donday, Joaquín Guerrero 'El Palma', Antonia Vargas 'La Perla' y Mariquita Vargas. A la guitarra estuvieron acompañados por Eloy Blanco y Francisco Cepero, y los primeros premios fueron para María Vargas y La Perla de Cádiz; también recibieron premios Manuel Soto (Sordera), Santiago Donday, Parrilla ....















Datos y fotografias extraidos de la web Come en Casa


     
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